domingo, 16 de febrero de 2014

El pasado puede doler, pero tal como yo lo veo, puedes huir de él o... aprender.


Desde que vivo en mi Manderley la vida no me ha resultado muy fácil, al contrario, una auténtica pesadilla. Las desgracias en la vida vienen sin avisar, te dan un gran golpe y allí te quedas, medio destrozada. Yo a las desgracias las comparo con las ondas en un estanque, conforme se alejan o pasa el tiempo son más grandes y flojas, pero continúan. Yo todavía tengo, desde hace meses, una onda expansiva muy cercana a dónde el agua fue golpeada, en mi caso, en pleno corazón. Sé que conforme la gente está más cerca de mí las ondas le influyen de una manera más fuerte, por lo cual intento que no se me note el dolor, sonrío, cuento chistes, amparo a los míos, los mimo…

Pero de todas las cosas se aprenden, en eso siempre me acuerdo del Rey León y de Rafiki: “el pasado puede doler, pero tal como yo lo veo, puedes huir de él o aprender” (cito esto sin tener que ver la peli, qué cosas de la vida, la tengo grabada a fuego en la mente). Y, como soy muy peleona, pues me toca seguir adelante.


Ains... qué haría yo sin éste mono.

La gente se sorprende, me dice: “¡jolines, pues estás muy bien!” y eso para mí es un alago. No me gusta hacerme la víctima, tengo mala cara, pues colorete, pintalabios, rímel y a la calle. A seguir luchando.

Un día estaba fatal con mis problemas y fui a hacer la compra. Ese día comprendí una cosa, estando yo en plena calle, muy bulliciosa, paré en seco y miré a las personas que pasaban a mí alrededor. La gente mayor nos dice que vamos a lo nuestro, que ya no nos preocupamos por nada más, y que eso es malo, pero ese día lo comprendí, miré en torno a mí y… ¿sabéis lo que vi? Pues espero no sorprenderos, pero vi a gente con problemas: gente que pasaba despreocupada sí, pero esos eran los menos. Gente que, si observabas, podías intuir que tenían problemas con su hijo adolescente, con que este mes el recibo de la luz ha sido muy alto, la hipoteca, las peleas con mamá, la abuela y sus problemas de salud, que si mi hijo deja la carrera a medio… y entonces comprendí una cosa, para mí mis problemas son los más importantes del mundo porque son los míos y no conozco otros, pero para esas personas los suyos eran los problemas más importantes y difíciles. Esa frase de “no lo entiendes hasta que lo pasas” cobraba un sentido más fuerte sobre mí y decidí una cosa: tengo que dejar pasar el tiempo y seguir adelante para que la onda expansiva me toque menos. Desde entonces, esa es mi filosofía de vida.

Y cuando alguien me dice: “qué valiente, no sé cómo sigues adelante” ¿sabéis lo que les respondo?: “es que no tengo otro camino”.


Hay un proverbio árabe de dice: “si tiene solución, no te preocupes. Y si no lo tiene, ¿para qué te vas a preocupar?” Qué gran razón.



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